3 de febrero de 2008

Me decía...

... quien fue mi maestro que no podía imaginar, al cabo de los años, cuando de nosotros, vivientes hablantes, no quedara ni el humo del recuerdo, que no podía imaginarse -digo- mayor infamia de este tiempo nuestro que el empeño, masivo, democrático, por encontrar las causas de los actos terroristas (quiero pensar que sus palabras me las hizo conocer en los años ochenta, en la otra ciudad)---

A mí me parece, ahora, que estoy por darle la razón: creyendo yo que el último crimen de lesa teología está en la muerte de ese dios pequeño y neblinoso (ectoplásmico, fantasmal) que se mueve en el interior del imperativo categórico---

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Lo anterior a propósito de El terrorismo y sus etiquetas, de A. Espada (Espasa).

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