20 de noviembre de 2007

Renacimiento

Hay una película protagonizada por Nicolas Cage, Leaving Las Vegas, si bien no es ésta una cuestión esencial, la de estar seguro de si se trata exactamente de esa obra o de si yo me estoy equivocando, en la que la brasa chisporroteante de un cigarrillo se conforma como un índice bastante ajustado de la trágica pasión humana. El espectador se ve coaccionado, por así decirlo, a pensar libremente en la insania, en la enfermedad en general, tanto del cuerpo como del alma; de lo que han de testificar, fatal, divinamente, cada uno de los acontecimientos y la serie ordenada de ellos, si la tragedia planea como el sentido superior de imágenes y hechos---

Se equivoca el intérprete de las imágenes, aunque crea en todo momento que es su libertad racional la que le va guiando tras la huella de la verdad: ha escogido -debemos decirle- el ángulo de consideración inadecuado, si lo que pretende es obtener el mayor provecho de sus observaciones. En un aparte -de estas cosas conviene que no haya testigos- le diremos que de las cenizas de los hechos, de las palabras que los cuentan, una vez derruidos por igual lenguaje y mundo, del sacrificio del recuerdo en el fuego, ha de extraer la posibilidad de una reparación, la idea de una segunda vuelta o un renacer de la inocencia---

Se equivocaría nuevamente, y doblaría la tragedia en absurdo y en ridículo, si de esta oportunidad que su mente le traza quisiera escribir los signos armado de esperanza. No. En absoluto. Tendrá que corregir el cinismo con la piedad (si quiere mantener la decencia entre las gentes). Pero por sí mismo no deberá derramar ninguna lágrima, aunque le arda el corazón.

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Duke Ellington: Nueva Orleans Suite

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