11 de noviembre de 2007

Críticas escolares: Los anillos de Saturno

Un viajero se pone en marcha, pero no para contemplar el paisaje o la grandeza de los hombres, sino para ser testigo de las ruinas que se van acumulando secularmente a lo largo del camino, en los márgenes del tiempo. El viajero-narrador, que es W. G. Sebald, a tenor de una de las imágenes que acompañan el texto, pero que es asimismo la misma mirada melancólica de quien hace memoria, de cualquiera, va tejiendo las historias narrativas que dan sustancia a un escenario paisajístico no demasiado brillante, ni en una naturaleza que puede convertirse en destructora de las obras de los hombres, ni en lo que los mismo seres humanos han ido laborando a lo largo de los siglos. Andar un camino se convierte para el narrador en repetir la historia de una derrota constante, la de los grandes hombres y la de los hombres pequeños. ¿Qué se gana con esta reiteración del vencimiento, que Sebald ya ha contado en Los emigrados y en Austerlitz, si es que tiene algún sentido establecer un orden de antes y de después en la trayectoria textual del desparecido autor alemán? Casi produce sonrojo la idea de pensar en alguna ganancia con este tipo de textos: ni contento del ánimo ni esperanza... Habrá que pensar en la posibilidad marginal de verdad que se concentra en los intentos narrativos, en la revelación de un mundo que casi nunca adviene a presencia, que si lo hace es en precario y para disolverse de inmediato y sin remedio. Las imágenes, de un blanco y negro que casi hace desvanecerse las figuras, para que la inteligencia se esfuerce en su labor de reconocimiento del alcance textual de la representación contenida, las imágenes -pensamos- refieren a ese mismo menester de verdad que demuestran las palabras: el viaje del narrador está trenzado de los múltiples esfuerzos que los humanos hacen por perdurar, y que hacen hablando.

No hay comentarios: