17 de octubre de 2007

Poema: de la construcción

"En otro momento quise contar la historia de una ciudad pequeña, de cómo va surgiendo, con medidos pasos, de la costra y aun la ruina de lo viejo. Un niño aprende a andar, y era esa la misma alegría que yo deseaba ver en los rostros animados de la gente. Cuando el niño ha aprendido a hablar -lo que sucede un poco después-, una nueva luz ha ingresado en el mundo. Y son las fachadas que alumbran desde el pasado, conservando una gloria que es la firma de la alegría, una y la misma, siempre: consistiendo en la voluntad que, firme, construye. Derriba, cuando es necesario, dejando ver los nervios de la vida ausentada: en la huella de la escalera que queda marcada en la pared de la casa vecina, en el hollín de la chimenea. trazos de vida de los pueblos que tienen que borrarse, antes que después: la juventud que construye obliga.
Imagen de un momento (la escalera marcada en la pared, el hollín), ninguna fotografía sabría decir lo que significa: las huellas de los hombres son tan fugaces como ellos. Verdad inmaterial, así la tengo, tampoco es fácil que se pierda si se logra encontrar un ánimo más contemplativo -ahora- que la conserve (en una época o en un modo algo diferente). Pertenece al mismo orden de cosas que pone al silencio oscuro, al pasar junto al descampado, el canto de un grillo solitario. Vuelto a esa existencia mínima (también) habrá de buscarse la lengua, que así demuestra quererse a sí misma privada y contemplativa, su humano derecho a decir: sus días, los días ajenos, los pasados. Abraza con sus frases, aunque tiene miedo, cada vez más miedo, alegría y dolor. Y cuando calla, son los ojos que trabajan, mirando al espejo, al interior, para recobrar la palabra que interroga: acerca de ruidos solitarios que salen de las ruinas, del espacio que señala el abandono: pues el grillo también canta en un lugar que era de hombres y mujeres, que estará desposeído hasta que se habite de nuevo, y la alegría que olvida de los vivientes se acompase al recuerdo que sueña y piensa, privado, recluido en estancias que, milagro, dios, existencia, están abiertas al mundo, uniendo la ciudad pequeña que quise contar naciente, con las voces y los silencios (todo el ser) de los habitantes de la gran ciudad* que conocen la ley y el progreso.
*Los megalopolitanos"

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