20 de octubre de 2007

Elogio de la mansedumbre


¿Un palacio de cristal?


¿Por qué no?


No debe avergonzarte pensar con imágenes, en imágenes, hacia imágenes (¿diaphanein?). Ellas suceden con una fluidez que no alcanza ninguna idea. Y si los sabios fueran más sabios, más acercados a la verdad, quizás supieran que nuestro cerebro funciona con perceptos y no sólo con conceptos. Es verdad que lo que tu mirada ve, tu ojo no lo piensa. Pero también es verdad que tus ojos miran hacia lo alto, siempre más allá: trascendiendo su deseo hacia la idea, la única, con mayúsculas. A la que cada ser le da un nombre.


No debe avergonzarte la imagen de un palacio de cristal, y de espacios domésticos a los que el ojo paseante sorprende (pues no se trata de un ojo metódico que vigila, sino de un cuerpo que pasea y descansa) y se inquieta, por lo que ve allí dentro: porque parece interesante. Tampoco te avergonzó la serie magrittiana del "Imperio de las luces", esa paradoja de luz diurna en calles nocturnas, cifra idónea de nuestro saber y condición---


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