18 de septiembre de 2007

Un esclavo en las acciones...

... , un dios al decirlo.

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De tus acciones: liberado en la escritura, a causa de la escritura---

Nunca son más tiránicas que cuando estás deprimido: se imponen con su pasividad demoníaca---

Con esa gravedad el salto tiene que ser máximo, concorde, proporcionado: esa nada que está tan cerca de la muerte como podemos sentir los vivos se vuelca a la escritura con mayúscula: intransitiva; es decir, la felicidad---

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Vuelto a la monotonía, no tengo ganas de escribir. Son otros los responsables. Yo, en un margen, lo comento o me callo (ser de letras, puro):

"La persona fallecida no está pero parece que su recuerdo tampoco debe permanecer demasiado tiempo, tanto por su efecto doloroso como por su espesura. Los lutos de la muerte religiosa se prolongaban durante años puesto que la muerte constituía un gran suceso y los parientes permanecían como deudos, subordinados o dependientes, del desaparecido. Le debían todo el respeto a causa de haber ingresado en el más allá y le rendían culto como se hace con los santos, puesto que, efectivamente, su naturaleza había mejorado extraordinariamente." (V. Verdú, Yo y tú, objetos de lujo, Debolsillo, 2007, p. 52)

Puede sustituirse la muerte por el lenguaje, y el sentido estructural, por así decirlo, seguiría siendo el mismo: lo que se gana con la ausencia, la fuerza actuante de la palabra a su través: a través de la ausencia como tradición, quiero decir, o como sistema de posibilidades del hablar individual.

...

Uno está pensando como aficionado al texto autobiográfico: que vive en los signos, lo cual no se puede ocultar; se trata de un cogito que necesita del vivir para enunciarse---

Lo que será una trivialidad, pero lo funda: el error/verdad es un correlato del cuerpo/razón, que lo es de la muerte (lo pesado)/la vida (la luz)---

Es decir, que si la autobiografía tira, por un lado, del sentido, será por lo que se tiene que encontrar en el otro extremo, al principio, o al final: la fragilidad esencial, del ser, del texto---

Por eso reconocemos la enfermedad (del cuerpo, de la razón) soportando el discurso, aunque no sea autobiográfico---

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