28 de julio de 2007

Horror, II

(26 de julio de 2007)

Aun el que ha aprendido con la enciclopedia, que por eso debería tenerlo más fácil, disponiendo con movimientos maquinales de los signos pertinentes, aun el innatista enciclopédico se tiene que encontrar con dificultades insuperables: la reiteración de gestos y signos, si es cierto que le ha hecho más experimentado, no le ha vuelto más feliz, aunque ese dominio soberano de las calles simbólicas le hace creer que habría podido evadirse de la estructura lingüística. Eso. Que habría podido: porque eso le queda ahora vedado.

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Quien ve la cercanía del objeto, del mundo que lo comprende y que le da sentido, no se ha acercado ni un mínimo a él. (Se mueve por las mismas calles, mirando en el interior de idénticas casas y maravillado de la permanencia de igual sombra de los árboles.)

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La conformación viviente de ese saber enciclopédico, lo que se conoce como el sistema de las relaciones sociales, no le tiene quee satisfacer de ningún modo. A él, no. El conocimiento común se le ha convertido en aburrida falsedad.

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Pero, ¿en qué se le convierte, repentes de la visión -de vuelta a casa-, la terrible figura de un gato negro joven aplastado, de cuerpo maloliente, poniendo en la calle un sello de muerte a la noche animal del mundo?

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