23 de mayo de 2007

El lenguaje de los sordomudos

(Surrealismo político)

Elegir como conductor de la furgoneta de propaganda electoral a un sordomudo: para atronar a las gentes o para que no se emitan los mensajes.

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Mi prejuicio al respecto marcha al revés: lejos de la creencia en el valor de la palabra hablada que mantiene el régimen electoral argentino -los sordomudos no pueden (¿no podían?; ¿pueden ya?) votar, confiando quizás en la etimología de la expresión correspondiente a la "falta de razón"- opino que son superiores en inteligencia y bondad, y que la palabra se sostiene solamente (la sostienen ellos, con la vida diaria) en su intención lingüística, plenamente moral y natural. Lo cual conozco según mi directísima experiencia, y según va corriendo el tiempo desde que murió (en 1996). No albergo ninguna esperanza de alcanzarlo, sino meramente de ser digno del recuerdo. Es su único defecto, que me pone el listón muy alto y no me da tregua.

Mi prejuicio es a la inversa.

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