27 de mayo de 2007

Diario de un apoderado

"Andaba por la tarde, resguardado de la hermosura. Al pararse bajo los dos álamos del camino, cerca del río, atendían los oídos al canto común del viento y de las hojas, se admiraban los ojos de la sombra de allá arriba, y nadie quería echarse a andar en la hora perfecta."

(Venía de la casa que se están construyendo unos ingleses un poco más arriba, en la ladera del monte, al otro lado de la carretera. Hacer un desmonte, recortando el terreno sin necesidad -hay terreno de sobra-, para construirse una vivienda propia -las vistas son estupendas desde el lugar, cierto-, debe quebrantar alguna norma divina. Aparte de la torpeza de cerrar un barranco y fabricarse una presa de aguas torrenciales para castigo propio. En fin.)

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Me voy a la pedanía de Las P., con mi credencial de apoderado. Debo parecer, con el enorme tarjetón colgandero, un miembro de alguna logia o estrafalaria secta. Amén.

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