15 de abril de 2007

Privacidad y propiedad

(Discusiones en el trabajo)

Privacidad y propiedad: pues realmente no se trata -no se trata tanto- de la cantidad de bienes que tiene uno, intercambiables por dinero; se trata de la capacidad de situarse en un reducto apartado, ajeno a las miradas: el que se busca un espacio diferente busca también que su tiempo sea sólo suyo -no de los demás, sean reglamentos (democracias parlamentarias), sean utopías totalitarias y totalizantes (dictaduras).

Cualquier intento colectivizador o planificador tiene que encontrarse de bruces con este imperativo de subjetividad, el instinto kantiano (sí, burgués, lo confieso) de la sociabilidad insociable (ni contigo ni sin ti: descontento siempre). lo mejor que puede pasar entonces es la humorada consistente en que todos conocen que el correspondiente plan quinquenal falla gloriosamente, sin que la sangre corra: es el inicio del (retorno al) humanitarismo...

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Casi le cambiamos el significado al tiempo: no ya lo que desgasta, midiendo, nuestras vidas y nuestros cuerpos, sino el clima. Volvemos a los inicios: las estaciones, el tiempo de la siembra y de las cosechas, dependientes del sol, del agua y del frío -en la era del vacío postmoderno, del nihilismo alegre.

(No sé si se dará cuenta cierto prócer que atribuye la lluvia benefactora en el sur al muy excelente gobierno de su partido; no sé si se dará cuenta -recordando- de la responsabilidad que el general trasladaba a la pertinaz sequía.)

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Observación (casi) participante: la pareja madura que llega, me parece un matrimonio que aprovecha la tarde para salir. Pero se sientan demasiado cerca uno de la otra, indecisos y suspicaces, conspiradores prácticamente. Los sigo con los ojos y me siguen, sobre todo ella, que me pareció bastante mayor, al principio...

Fuera se ve la danza eterna de los coches: el bar está en una esquina -y se puede mirar también el paso de las gentes que miran adentro un momento, y continúan o entran.

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(Fe de erratas: entrada de ayer, 14 de abril)

La corrección lingüística es la obligación moral del pobre: ya que se le han concedido unos derechos (hablar, escribir), no se le permite faltar a las reglas del estilo. Debe leerse lo que ha escrito y enmendar los errores.

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