19 de marzo de 2007

Rapsodia/s

Entrada en materia, lunes.

...

La memoria funciona a nuestra conveniencia: se olvida consignar la crueldad del dios de las estaciones, la dureza de los meses, la parte de atrás de la belleza, los espejos deformes, el horror.

...

(Visita a los hospitales)

Lo real urge y se impone a lo que se dice. ¿Qué es lo real? Los médicos disponen. Mejor cuanto más tarde.

...

(Uso público y uso privado)

La razón emancipada del primero (lo que se escribe en los periódicos o en los foros, en el libro y en la conferencia para el público asistente que llena la sala) representa la adopción del diálogo como sistema de vida, no cree en una situación ideal de habla si no la ha hecho ya carne de sí mismo, si no habita desde ahora en el lugar utópico.

El escribiente encerrado (sobre este segundo personaje todos guardamos nuestras reservas, considerando su inclinación constante a la vagancia, perennemente dispuesto a señalar que prefiere no hacer lo que debe hacer) en el tiempo de sus obligaciones ingratas atisba a través del ojo de la cerradura de la puerta que da a la calle, mirando más allá de su ventanilla, una débil luz: a la pregunta que una gentil dama le ha hecho se ha atrevido a responder con algo más que los gestos económicos que le corresponden, lo que le ha dicho no es de formulario. Sus palabras son de cortesía y ni él mismo se esperaba que cosas así pudieran salir de su boca. Siente, ahora que ella se ha ido, que quiere levantarse, salir de la oficina y alargar su respuesta cortés a la muchacha en una conversación mantenida a lo largo del paseo de la alameda. Es cierto, para saber eso tiene la conciencia, que su conducta es altamente reprobable: ha derrochado el tiempo tasado del uso de su inteligencia, receptáculo de los formularios, en un asunto totalmente particular, pues un funcionario cumplidor no tiene derecho a enamorarse, esto es, a ser filósofo -a ponerse en el lugar del que va a dar la conferencia esta noche, del que se dice que llenará la sala.

***

(Ferran Gallego: Todos los hombres...)

Heinrich Himmler, el celestino de mal: tiene la virtud de convencer a cada uno de los otros de que será su aliado contra cada uno de los restantes. Los demás no deben enterarse del juego -¿concentrados en sus resquemores mutuos?- porque este individuo visiblemente mediocre asciende de forma lenta y segura en el partido.

A ver si lo entiendo, porque al leerlo me pareció plausible: se encierra preventivamente a una serie de personas por razones de oposición política y de conducta asocial (en los primeros momentos del partido que ha conquistado el poder estatal). Sobre estas últimas se aplica un discurso predispuesto a la interpretación de los hechos de conducta en clave médica (un raro cóctel de darwinismo, eugenesia, nietzcheísmo y pura superstición).

Se define un delito a la vez que se diagnostica una enfermedad. Se supone que el diagnóstico de la enfermedad resulta útil para predecir y prevenir la posibilidad de delitos futuros, por lo cual es conveniente la puesta en cuarentena de los posibles sujetos enfermos/asociales. De esa manera la pena viene antes que la comisión del delito, y se trata de una pena sin posibilidad de curación/vuelta y reinserción en la sociedad, porque se está ante una enfermedad radical.

Sobre todo esto planea la mala lógica y la simple estupidez de la gente: el colectivo menor proporcionalmente de asociales encerrado en el inicio del sistema de los campos de concentración se transforma -con el tiempo- en la inmensa mayoría de la población de los campos, una vez que se iguala -de forma plenamente consecuente y radical- la conducta asocial (por lo tanto lo ajeno y extirpable de la comunidad popular) con la raza; contando, en efecto, con un racismo ambiental de siglos y la credulidad de las buenas gentes acerca del rigor científico de las prácticas, contando con el antisemitismo -básico, de principios- del partido.

El lugar inquisitorial de los teólogos salvadores de almas lo ocupan ahora los médicos responsables de la salud y mejora del cuerpo social popular.

...

Personalmente, y no sé por qué, todo esto me provoca asco y desconfianza en mi tiempo. No creo que los periódicos sirvan para combatirlo, más bien forma parte del problema, de la legión de inteligencias alquiladas al mejor postor, al que llegue. Basta con escuchar a los intelectuales de guardia en la radio, con oler los periódicos de lejos.

4 comentarios:

conde-duque dijo...

1) Espero que la salud vaya bien.
2) Yo no lo puedo evitar: siempre me he sentido mucho más cercano a Bartleby. De pequeño nunca me gustaba ganar...
3) En cuanto a Himmler, no conozco bien su historia, pero la explicación me ha recordado a "Minority Report" de Philip K. Dick.

conde-duque dijo...

Uso público: ¿Y el ferviente deseo de no influir en los demás?
(Me horrorizaría influir en la gente. Mucho más "formar" masas desde los medios de comunicación. ¿Es sólo afán de poder, voluntad de dominio?)

Martín López dijo...

La salud espero que vaya bien, gracias. Se trata de visitas familiares. Toquemos madera!

Martín López dijo...

De visitas A familiares.