18 de marzo de 2007

Primavera

No podía creer en la suerte de esa herencia...

...el camino entre los árboles, estrechándose aquí, bifurcándose un poco después, para llevarle hasta las casas agrupadas al lado de la carretera, y volver sobre lo andado; los pájaros escasos, las mariposas y los árboles florecientes; el olor de los naranjos y la ceniza de las ramas quemadas.

No querer nombrar nada, que los ojos nombren en silencio: marzo era dios, anticipándose con uno de sus nombres de estación, recurrentes.

Había salido sin rumbo y logré perderme, sin dejar de pensar en que la suerte tuviera algo que ver en todo aquello. No. Eso era imposible y había que descartarlo.

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