8 de enero de 2007

A., tarde

Roland Barthes par Roland Barthes

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No sabe dar continuidad a lo que sostuvo una vez (dicho, hecho). Le pertenece a otro, a él, una vez que las circunstancias han desaparecido de su memoria. Es lo corriente: desaparecen las circunstancias y las personas dentro de ellas. /La muerte otorga nuestro peso verdadero, de circunstantes./ Lo dicho ya deja atrás lo pensado, el fogonazo de la conciencia que casi no puede creer que le llega a él. Lo que le sucede le atraviesa, no se fija: milagro es que en ese momento se encuentre allí, /en la habitación del alma, la ocurrencia/. Así le pasan las cosas más verdaderas, resistiéndole, faltándole ellas al respeto, y a él las palabras ajustadas. Esa falta (distancia también, no sólo temporal) es la referencia. Da a conocer de esa forma lo que le obliga, cada vez que está en situación. Si, por otra parte, encontrase lo que escribió de joven, tendría la felicidad de quien se tropieza con fotografías perdidas. De quien, en general, encuentra algo o a alguien. No conoce lances más bellos: el nacimiento del pelo en la frente, la hermosa perspectiva, de lado, el tacto levísimo que sorprende.

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(14 de junio de 2006, velatorio)

Programa para la interpretación de un sueño: ir levantando las diversas capas, detenerse de repente, en un punto sin espacio y sin tiempo. A la inversa -no el hallazgo de la eterna y presente felicidad: nunc stans, luz; sí la escritura de la monotonía, de esta tristeza, los instantes iguales: ¿dónde encontrar las fotografías para este/os pie/s de foto/s? ¿De qué sirve la tristeza, sin poder mostrarla, sin pintarla? La correcta representación del contenido mental (emoción y actitud) requiere de la forma, el aspecto pintado y visible. Pero, ¿qué representación /es/ posible para una persona encontrada muchos años después? Qué sorpresa!

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