16 de diciembre de 2006

RMR, Interior/exterior

Humilde, casi miserable la fachada, podía esconder el calor interior cuando paseaba por las calles desconocidas de aquellas ciudades. La tensión de su voz, fenómeno de un cuerpo que sufre y su espíritu, debía esperar el trabajo del tiempo, su cosecha venidera: la interpretación correcta de unas líneas sencillas, pobladas por metáforas monumentales, el equipaje oculto con el que el poeta recorría las capitales europeas.

Se mantiene la leyenda encantadora de la picazón de una rosa, queriendo cifrar con ese detalle el sitio minúsculo del alma romántica en la ciudad moderna, el lugar de la vida en la Vida; se empieza cantándola, al final la ciudad acaba destruyendo al poeta.

Mediante esa noticia mantenida, vibra una sola cuerda, oculto y olvidado su sonido, que ahora puede ampliarse, recogiéndolo todo en un cumplido sentir: el sol del enfermo, si lo presiente a través de la ventana -mi joven claridad-, la propia paz, su salud; una alegría que le da tiempo nuevo, de contemplación sorprendida, para celebrar los dones: la hierba a media mañana -lo joven, lo que olvida-, un gato en el portal, las lágrimas alegres de una niña.

(Al hilo de R. M. Albérès, Panorama de las literaturas europeas, Al-borak, 1972, pp. 141-2)

2 comentarios:

conde-duque dijo...

Es increíble cómo escribe usted, ego/ficción. Mi más rendida admiración.
Gracias por las recomendaciones de libros.

conde-duque dijo...

Estos últimos días no entraban mis comentarios... Eran más interesantes que el anterior, pero ya se perdieron para siempre. Tampoco se ha perdido gran cosa.