30 de diciembre de 2006

Pulsión mortal

Tengo una duda, que supongo que será familiar a todos los que nos hicimos, en nuestra juventud (yo soy ya un hombre maduro), una idea de la teoría y la práctica política a partir de la lectura "ingenua" de las obras de Platón. Que el joven se ocupe de estas cosas ahora parece risible, como va pareciendo imposible una comunicación con sobreentendidos acerca de estas cosas: porque para los enemigos atenienses de la filosofía no era lo más ridículo el que un joven se dedicara a ella, sino el que lo hiciera un anciano desvalido, que sólo podía hallar una justificación de su vida en la voluntad de verdad y rectitud que le había guiado en sus conversaciones, puesto que el sentido primero de la teoría no es ver, sino escuchar: una vez, eso sí, que la teoría fue reconvertida desde su inicial posición mítico-admirativa. Pero yo realmente no conozco bien estas cosas... y tampoco tengo por seguro que el texto platónico pueda ser visto como un intento imaginario (de ahí la constante presencia de espacios y tiempos míticos) de conceder nuevos mundo y vida a la trayectoria trunca del maestro. Sí, en realidad todo esto es impensable ahora, todo esto me parece impensable.

Tengo una duda... Confiamos demasiado en una superficie de valores tolerantes, de ideas que renuncian a la fuerza, de formas de relación (resabios de cortesía, generalizados) que dicen que renuncian a la imposición de su punto de vista -entonces, ¿por qué se desempeña públicamente ese punto de vista, si no es para ganar a los votos... por la suma de las fuerzas subjetivas?-. No me parece que sea ése el funcionamiento concreto y real de los poderes, ni políticos ni informativos (tampoco en los ámbitos del saber): puesto que se trata de decidir sobre algo, se debe quebrar la cadena de razonamientos (según la lógica de los que han de decidir y actuar). No digo cortar (limpia acción quirúrgica), sino quebrar (que es mucho más violento) la discusión, porque -además- para eso se está legitimado. Debe ser así, porque se está acostumbrado a vivir según una mitificación de la legitimidad de las formas políticas, aunque no sé cuál puede ser su validez trascendental-filosófica superior, por encima de otros procedimientos que no consisten en la abstracción de los votos, la objetividad de las reglas y la imparcialidad de los funcionarios, sino en la experiencia y en la sabiduría reconocida. (Max Weber argumentó magistralmente acerca de esto: ¿se le entiende bien, cuando se entiende que describe un proceso histórico, un progreso en las tipologías?)

Los hechos históricos no nos prueban que podamos ser tan confiados acerca de la validez de la objetividad legal, abstracta, tolerante, multiperspectivística. ¿Lo prueban nuestras conductas, nuestras palabras, nuestros silencios, el mirar para otro lado, el omitir? Puede ser una creencia bárbara asentar la fuente última de las reglas de convivencia en el patíbulo, en su discreta administración. Inmoral, sí, pero recurrente y revolucionario, cíclico. ¿Se asienta todo nuevo inicio (?), toda nueva cadena de errores, en la destrucción de las personas que deben ser ajenas a la vida porque se establece que pertenecen a un mundo pasado? Creo que algo de eso hay, lo percibo (aunque constituya un abuso percibir por y para los demás) en las fotografías del cadalso iraquí, en la maldad de los pies de foto, que prometen al curioso que la ejecución ha sido grabada. Casi todos han callado... ¿Por qué se debe volver a confiar en ellos? (En los principios). El mundo informacional/informatizado, ¿ha traído nuevos dioses? ¿Los adoramos ya? ¿Desde cuándo? ¿Vienen con el sermón de la motaña?

1 comentario:

conde-duque dijo...

Vaivenes del estado de ánimo (¿cimientos "movedizos" de la moral?).
Cuando he visto en el telediario las imágenes de Sadam Husein justo antes de ser ahorcado me ha dado pena. Era una sensación extraña, como de tristeza culpable. Inmediatamente después, cuando han hecho un repaso de sus asesinatos y tropelías (imágenes de kurdos gaseados incluidas), me he reprochado a mí mismo ese sentimiento de lástima. Al rato han vuelto a poner al Sadam de barba canosa... y otra vez me ha dado pena. Desde luego ¡¡hacen conmigo lo que quieren estos redactores de noticias!!