3 de noviembre de 2006

Lluvia en la calle

Un cerebro que no sabe dar nombre a su tristeza in-urbana mira a través de los cristales del coche las flores de asfalto, magníficas y numerosas. Concede, entonces, a la promesa de la vida la imagen recurrente de dos ojos negros deseados que perdió: entiende que la lluvia es su tristeza, y reflexiona.

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