3 de noviembre de 2006

Comentarios

"Vale: lo público para todos, lo privado para mí, el sonido alusivo de las canciones poniendo melodía al interior, triste o alegre...
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En el límite: vaciamiento de la experiencia, el silencio escrito, la escisión de la modernidad: el horror trivial de El resplandor..." (28-10-06)
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No vale querer completar a posteriori lo que se intuía, lo que prometía como idea. Si se quieren evitar los extremos -romanticismo Vs. crueldad- sería mejor seleccionar la experiencia, decirle a los ojos lo que deben ver. Pero yo no puedo evitar esa sensación de vaivén: la carretera por las noches, las estrellas, las gotas de lluvia que caen en las calles del pueblo... me dicen dos cosas: lo que soy y lo que me falta, la una a causa de la otra, la otra a causa de la una.
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Lo que es, es: ahora bien, ¿por qué la fascinación por la plenitud, por juntar el bien y el mal? Me doy cuenta de que se incurre en el absurdo: insertar la contradicción en el sagrado principio de identidad. A ese defecto se le llama vida, y ya está: pero no, la trampa se nota y se puede uno preguntar por qué debe afirmar la vida afirmativa/negativa, esa querencia del nihilismo por convertirse en sistema, en tesis.

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