23 de noviembre de 2006

Autocomprensión

Las metáforas resultan fáciles, inexactas: en sí verdaderas, y más tarde, para el círculo del saber, de la conciencia.

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¿Márgenes? Todo lo es, pues falta concentración para seguir una obra, o crear otra destruyéndola.

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De esa manera, teniendo yo, por desconocimiento personal, el proyecto de una conceptografía como si fuera el equivalente filosófico de una intención política declaradamente reaccionaria (un puro esnobismo). Salvaría -el mapa de las ideas-, en la mente y para ella nada más, el cielo puro platónico, mal traído a la tierra, remedio de última hora de la enfermedad histórica; también el mal en su primera fase, vid. Heidegger. Asimismo, supondría un primer momento de un recorrido que recupera estadios anteriores: Wittgenstein-Kant, Husserl-Descartes, Heidegger-Aristóteles. Vuelta la voluntad hacia el lenguaje, desea por encima de todo la transparencia, la estructura; por exceso de conciencia, se ahoga en la misma materia que (le) habla.

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Roland Barthes por Roland Barthes contiene un hermoso inventario de las dificultades, personales seguramente muchas de ellas: subescribiendo el texto de moda está la voluntad libre nietzscheana -como en Frankfurt, en la Selva Negra, en París. Las fotografías que acompañan el texto no son el lujo (como pretende Barthes), sino su paño de lágrimas: pues vive y muere con su cuerpo igual que le ha tocado pelear con la lengua (o la ideología, o la burguesía).

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